martes, 25 de octubre de 2011

Mi rollito de canela

Un joven de color se sienta mirando con cara de arrepentimiento a una joven quien parece no importarle otra cosa que su avanzada tecnología. Estará el pensando el cómo se lo dirá y hasta cómo reaccionará ella?. El emite palabras sordas mientras ella trata de salir del trance del maldito aparato. 

Una joven de clase media con pantalones de vestir y buen físico, se sienta en una mesa acompañada de nada más y nada menos que uno de esos aparatos, rosado para ser específica. Su pelo cubre la mitad de sus ojos, sus labios delatan una noche agitada, a parte le falta el zarcillo izquierdo. Inicia la acostumbrada acción de llevar sus dedos a la boca para morder sus uñas, cuando le invade el razonamiento de que aún su manicura esta intacta y que debe aguantar un par de días más. 

Esa mirada... 

Es que el joven sentado frente a ella y a tan solo una mesa de distancia, no deja de quedarse embabeado ante común pero atractiva belleza. Piensa en lo hermoso que deben ser sus senos fuera de ese par de rejas textiles, lo delicioso que debe ser besarla y hasta lo buena que debe ser en la intimidad. La chica de pantalones de vestir se para de la mesa y se cambia a otra más alejada, como si la mirada de aquel pervertido fuese capaz de reproducir aquella película. El joven toma sus pertenencias, se para de la mesa lentamente y pasa al lado de la chica con una mirada punzante de pura admiración ante monumental cuerpo. 

Un extranjero pasa junto a su corpulenta dominicana, para serles más franca tenían todo el aspecto de no tener más de 3 días conociéndose, si saben a lo que me refiero. La chica del pantalón de vestir voltea a mirar, traza una traviesa sonrisa en su rostro y se dispone a volver a su maldito aparato. Ese dulce olor que emana alrededor de mi, recorre cada hebra de mis fosas nasales.

El joven de color pasa la mano por su podada cabeza y mira a la joven hipnotizada. Sostiene algo en su mano derecha y empieza su tema de conversación. 

El joven ensacado viene con un trozo gigante de hojas impresas, algo parecido a un contrato legal. Detrás de el camina el convicto, con las manos detrás y cabizbajo. Tomaron aquella mesa que una vez ocupó la joven de pantalón de vestir. Con su aspecto notarial el joven empieza a leer cuidadosamente el contrato que contiene el veredicto final. Aquella joven nota el aspecto elegante del joven, lo admira de pies a cabeza y continúa con su conversación. 

Se acerca un joven y me extiende un papel. Un boleto con valor de $20 pesos. No creo cristianos que piden en las plazas ni mucho menos en aquellos que interrumpan el flujo de mi imaginación, asi que educadamente devolvi aquel trozo de papel y volvi a mi escritura. 

La joven del maldito aparato ya se encuentra discutiendo acaloradamente el tema con el joven de color. Lo que el joven de color tenía en la mano del joven era un pedazo de papel... una foto. Ella tenia cara de haberse encontrado con su difunto padre y que debía encontrar la forna de volverlo a matar para no ver cosas que solo los locos ven. El olor a rollitos de canela me enferma, me hace pensar que seguir una dieta baja en azucares no vale la pena. Total! quien me ame me llevará a la cama con 50 lbs de nalgas! Y espero que sea muy feliz! Sé que lo será.

La chica del pantalon de vestir no deja de admirar al chico del traje quien se encuentra tratando de calmar al convicto, a quien pareció no gustarle la declaracion final del notario. Una mirada mórbida se desliza por la cara de la joven del pantalón de vestir. Al parecer lo pudo notar sin estupor alguno aquel vende boletas que se seguia paseando por las mesas. Solo escuché la bofetada que aquel moreno le pegó a la mujer zombie. Terminó haciéndonos a todos saber que la su muchacha era de cama feliz. Ya solo despues todo fue muchas lagrimas tontas y el asombro para muchos. El olor de los rollitos de canela seguían invadiendo mi nariz, yo solo queria que terminase el drama para ajustarme uno de esos rollos de canela antes de correr a clases. Entra en acción el notario para así dibujarse una "S" en su pecho, todo gracias a la mirada de la chica del pantalon de vestir. El convicto se unió a la separación para calmar a aquella avergonzada mujer. 

Así el convicto ganó su libertad escapando asi de aquella posible condena, conduciendo a la dama a algún lugar lejos de la escena del crimen. El notario trata de calmar los pregones del hombre a lo que el vendedor de boletos se acerca y le pide al notario permiso para encarar con Cristo aquel mercado a las afueras del templo. La joven del traje mira al joven ensacado a lo que este ya sudado y chocado por aquella escena la mira devuelta y se sienta en su mesa. Ella le ofrece de su refresco y el lo sorbe con excitación. Ambos trajeados empiezan a planificar la cena Yo tomo mis cosas, miro la escena que dejé atrás y obedezco a la inminente responsabilidad que atesora mi tiempo y mente... Mi rollito de canela!

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